MAJESTAD ÚLTIMA DE LOS PEDÉS
Con sabia humildad del ser nefasto
desvivió en su lenta mecedora
con sabia humildad el ser de plástico
y la tortuga que huye de los esponsales.
Nefasto arregla su jardín
bajo la luz de plomo
por un viento inhumano barridos los harapos
y en el espejo mi rostro no está.
Luna escondida en una joroba
que ínfima retrocede
a través de calle que no figuran
en el recuerdo.
Tortugueante la tortuosa tortuga
borrando sus huellas
en sendero no verde venció a Aquiles.
La tortuga pintó sus labios
y su voz nunca se oyó
la tortuga pintó sus labios
Tortugueante... Y el aire
o lo que es menos que el aire
balcón asomado adónde ni tú no yo estamos
(desgarraba el tú turbiamente
al pie de la montaña.
Pero del lago blancas mujeres vinieron a
anunciarlo:
la tempestad era ida,
y los pájaros articulaban su canto en el aire vacío
la sucia tempestad, el aire enfermo
la electricidad que no convence
el movimiento oscuro
la insignificancia llamada vida.
Con árboles blancos
deshaciendo torpezas, exprimiendo los recuerdos:
a un lado secas y vacías
las áridas pieles y al otro un jugo blanco
estúpido y blanco. Bajo la luz de plomo
vencido por el resplandor
ausente en lo meticuloso
huido
a la verdadera tiniebla, a la zona que no existe,
haciendo signos, para morir haciendo signos,
(Vegeta y callado morir en lo no -mío)
y la tristeza se convirtió en miel
bajo la luz de plomo, su rigor que disolvía
la realidad en partículas que huían
clinamen
su tristeza era un plato de sopa
largamente devorado por sistema
en habitaciones separadas del mundo
con la distancia de un lente al deforme observé
entonces
y su rostro no era un signo.
No bebía
mudo era su sueño
No bebía
haciendo con su infortunio una pequeña bolita
para enseñar a los amigos.
Los pájaros desmontaron la realidad.
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