Guillaume de Seignac (Libélula). Autor del cuadro.
Siento tu piel, los abrazos como espirales
que me rodean.
El fuego de la llama
cuando los muslos se despojan
y apenas quedan unas medias.
Mientras me acompaña tu ausencia,
durante semanas
la voz que no se escucha
la comunicación se detiene
Con ese teléfono que nunca se sabe
cuando volverá a sonar.
No trasciende el deseo
soy la mujer que ansía todo el afecto
del hombre que no ama
que se da en instantes en ciertos momentos
porque como casi todos huye
cuando la verdad te mira a los ojos.
Él quizás herido, tan sólo juega aquí y allá.
O tal vez, tenga la certeza, que la que ha de ser, no soy yo.
Me deslizo lentamente, para desaparecer del absurdo
necesito más y lo sé.
Y es que a veces te aferras a un imposible
porque las cosas se dan de un lado.
Cuestión de tiempo, aniquilar la cruda realidad,
cuando dos, son uno, nada más.
Siento tu piel, los abrazos como espirales
que me rodean.
El fuego de la llama
cuando los muslos se despojan
y apenas quedan unas medias.
Mientras me acompaña tu ausencia,
durante semanas
la voz que no se escucha
la comunicación se detiene
Con ese teléfono que nunca se sabe
cuando volverá a sonar.
No trasciende el deseo
soy la mujer que ansía todo el afecto
del hombre que no ama
que se da en instantes en ciertos momentos
porque como casi todos huye
cuando la verdad te mira a los ojos.
Él quizás herido, tan sólo juega aquí y allá.
O tal vez, tenga la certeza, que la que ha de ser, no soy yo.
Me deslizo lentamente, para desaparecer del absurdo
necesito más y lo sé.
Y es que a veces te aferras a un imposible
porque las cosas se dan de un lado.
Cuestión de tiempo, aniquilar la cruda realidad,
cuando dos, son uno, nada más.
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